Y cual giran las ruedas de un reloj
así que, a quien lo mira, la primera
parece quieta, y la última que vuela;
así que, a quien lo mira, la primera
parece quieta, y la última que vuela;
La bomba pelagiana es un artefacto con temporizador. Pero como el temporizador es de cuando no se había descubierto la era digital, podemos oir su tic-tac a poco que agucemos el oído. Eso sí, su tic-tac se acelera por momentos, presagiando un inmenso estallido.
En esta entrada me detengo sólo en un tic y un tac que cualquiera puede oir a día de hoy:
¡Tic!: Asis III, que trae los ecos de Asís II y I y muestra el desorden de la confusión de la gracia interna con la externa en un mismo plano causal por los menos formados capaz de explosionar en forma de sincretismo universal o indiferentismo religioso y relegando la gracia dada en Jesucristo a un mero camino más entre los muchos que tiene el hombre para realizarse con dignidad en el mundo y llevarlo a su perfección (ateismo incluído) No hace falta el laborar por la santificación de los otros en lo sobrenatural, sino sólo el tratarlos para fines comunes de la naturaleza humana en un plano natural.
¡Tac! Prestos a condenar públicamente y de inmediato la profanación de una Iglesia en Roma y el sacrilegio blasfemo y de saña diabólica cometido con una imagen de Nuestra Señora, cuya foto ha dado la vuelta al mundo. ¿Pero cuando se convocará un acto de reparación invitando a reparar a toda la Iglesia por haber sido cometido en el corazón de la cristiandad? La bomba pelagiana resulta en una confusión de índole político. Las acciones sociales ya no tienen repercusiones en lo sobrenatural, sino que quedan remitidas a su legítima autonomía, aunque sean un sacrilegio. Por tanto en sano laicismo basta con condenar o lamentar los hechos con comunicado de prensa o incluso convocar comites de estudios para planear la acción a emprender (¿se resolvió ya algo de aquel del sacrilegio en la catedral de Córdoba?). La gracia, que se ha de impetrar, no sólo para lograrla sino para conservarla y agasajarla por el don recibido, desaparece del horizonte. Reparar sobrenaturalmente (pedir la sobreabundancia de gracia allí donde abundó el pecado) y mostrar el amor que se tiene, si se hace menosprecio de los dones y de aquel que los da, se convierte en una cosa que no procede o que a lo más, queda relagada a la esfera privada y oculta al público. La percepción social es que los católicos no tienen en estima aquello en que dicen creer y son pusilánimes y tibios en su obrar al respecto.
En el fondo, podemos oir siempre el tic-tac de la bomba allí por donde nos movamos en la relación de la Iglesia con el mundo.
M.D.
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