¿A vuestros reyes qué dirán los persas
al contemplar abierto el libro donde
escritos se hallan todos sus pecados?
Llega la noche de la ilusión, la noche mágica... miles de epítetos para camuflar lo que no es más que un burdo acto moral que consiste en engañar a unos niños (algunos ya con uso de razón) de modo que crean que unos reyes de oriente vienen cada 6 de enero a ponerles regalos según lo bien que se han portado.
al contemplar abierto el libro donde
escritos se hallan todos sus pecados?
Llega la noche de la ilusión, la noche mágica... miles de epítetos para camuflar lo que no es más que un burdo acto moral que consiste en engañar a unos niños (algunos ya con uso de razón) de modo que crean que unos reyes de oriente vienen cada 6 de enero a ponerles regalos según lo bien que se han portado.
No hace falta entrar en el pastoso mundo comercial que está detrás de esta engañifa para calificar en principio tal acto. Una inmoralidad, porque no se hace sino mantener engañado a los niños en una edad crítica para asumir y comprender como actúan sus padres y el mundo de los mayores. Miren el asunto desde otro punto de vista: estos niños crecen convencidos de que los mayores son capaces de engañarlos y de hecho los engañan. No sólo los engaña ya el compincheo del mundo, sino sus propios padres y familiares. El día que se dan cuenta de esta realidad, y es un hecho que se darán cuenta más temprano que tarde y no por los padres, sino por el compañero espabilado habitual que sabrá ponerles los pies en el suelo, esos niños habrán aprendido que es lícito mentir de alguna manera. Esa es la triste realidad en la que han convertido la Epifanía de Nuestro Señor.
El daño espiritual que se suma a la materialización de la misma en forma de ambición de regalos es una herida sangrante que sólo una predicación enérgica contra esta insana costumbre puede corregir. No obstante siempre habrá moralistas dispuestos a justificar todo y tontos católicos que guíados de la mano de los que hacen mercaderías y sirven al reino de mammon que se presten a ello.
Les ofrezco una alternativa católica desde la vida teologal:
Mi hija sabe desde el primer momento que son los padres los que regalan a sus hijos. No existen reyes magos que viajen de Oriente a poner regalos en los zapatos. Pero he aquí la diferencia: a mi hija la fui introduciendo en la verdad según la fe y no según la costumbre que ya torna cuasi pagana. Los Santos Reyes Magos son ante todo santos. Personas que están en el cielo con Dios Nuestro Señor por su vida de santidad y que pueden ser invitados a la oración personal, como es costumbre inmemorial en la Iglesia. A mi hija le fui explicando poco a poco como son los padres los que hablan con los reyes que están en el cielo en su oración y deciden con ellos los regalos para sus hijos. Claro que esto supone que los niños deben haber visto a sus padres hacer oración y saber de algún modo lo que es eso. El estadio posterior fue introducirla a hablar con los reyes en su modo infantil de hacer oración para examinarse y ver lo que podía merecerse ante aque que nació desnudo y el estado final es el compartir esta misma mentalidad contra los pobres que han hecho de la mentira y de la falsificación de la fe una tradición incompatible con la fe católica. Este día se hace oración con los santos reyes y nos acercamos a aquel a que ellos adoraron y agasajaron y comparamos nuestra vida con la suya para ver que merecemos. Incluso la carta a los reyes puede ser abordada, bajo ciertas precauciones, como una cuenta de concienci, aunque yo prefiero personalmente que la haga ante Dios y que no ponga nada por escrito.
Mi hija no tiene todavía diez años y se ríe mucho de los mayores que tratan de engañarla con ese ¿qué te van a echar los reyes este año? Tengo cientos de anécdotas que se pueden imaginar. En consecuencia ella tiene una confianza en sus padres que no observo en otros niños de su edad y entiende como en el mundo que la rodea, unos mienten y otros no y que esos que mienten no son dignos de confianza. Lo mejor de todo que entiende que en el colegio muchas veces intentan engañarla. No en vano los profesores meten también la pata estos días y eso ayuda a preservarla de las ideas nefastas que puedan venir en el colegio. Lo cuenta todo y confía en todo lo que decimos porque sabe que no le mentimos y así podemos filtrar lo bueno de lo malo complementando y, tristemente, corrigiendo y rellenando la labor educativa que tendría que dar una escuela que se preciara de ello. Ni la realidad de la muerte ni la de la vida se la hemos ocultado jamás. Los que me conocen ya sabe que asiste a los funerales desde los poco años de edad y está presente en los velatorios para espanto de los mayores de poca fe que no entienden que un niño pueda comprender lo que es la muerte. En este punto, para ella somos no sólo sus padres, sino aquellos a los que abre su alma porque confía en ellos. Supongo que cuando llegue la adolescencia algún camino habremos allanado.
Ustedes son muy libres de seguir engañando a sus hijos, pero no digan que eso está permitido por la fe católica. El engaño, aunque sea a un niño, es pecado. Y antes morir que pecar. Que se apliquen el cuento todos los clérigos que también se prestan al luciferino juego de esta noche.
M.D.
26 comentarios:
Lamento no estar de acuerdo, estimado Miles. Si para Ud. la tradición de esta noche consiste en engañar a los niños, entonces habría que censurar los cuentos de hadas, las leyendas, las vidas de santos y de mártires de los que poco se sabe a ciencia cierta, la novela de ficción, etc., etc., etc.
Habría toneladas de textos de Chesterton y otros para rebatir semejante "puritanismo" de raiz calvinista y/o kantiana.
Le recomendaría un par de cartas de Tolkien pero en este momento no las tengo a mando para identificarlas.
Errata: "no las tengo a mano para identificarlas", quise decir.
Coronel: Pero es que antes que decir algo que no es cierto, habrá algo mejor para el niño: la oración hacia los Reyes (ya vivirá la Comunión de los Santos), tendrá un regalo y sabrá cómo llegó, por sus padres e intercesión de los Santos (otros niños tienen un afecto dividido), y no pasará como en otros casos: niños reclamándole a sus padres por qué les mintieron, que ha pasado.
Y así, sabrán que es bueno ser honesto y amarán la verdad.
Salu2. Paz y Bien.
Voy en la línea del sr. coronel. Lo de "clerigos luciferinos" es netamente más que una exageración.
El que la fiesta esté profanada y haya notables desviaciones no creo que invalide radicalmente algunas costumbres que no me parecen incompatibles con la piedad y la doctrina.
La diferencia neta con el mundo de la ilusión de cuentos y demás es que el niño sabe perfectamente que lo que le cuentan es un cuento. Aquí no. Aquí se engaña a los niños. Hay una gran diferencia, tal como si a los niños se les incitara a creer que de verdad existen hechizos que puede conjurar como los magos de los cuentos.
Busquen como se vivía antiguamente esta tradición y aprenderán algo.
Luciferino es todo lo que bajo la apariencia de luz mete al diablo por medio. En este caso nada más propio que el padre de la mentira metido bajo la luz de mantener una ilusión en los niños que es una mentira y que hace pasar a los padres y a toda la sociedad por mentirosos. El calificativo está perfectamente escogido.
Por acá es costumbre que los regalos los traiga en Navidad el Niño Dios, es algo parecido al Christkind, aunque la figura de Santa Claus está ganando popularidad.
Lo que dice Eaglehearth es cierto, muchos niños reclaman luego a sus padres.
A mi tampoco me parece bien mentir de tal forma.
Mentir es inducir a error o engaño. Para nada creo que ésta sea la intención ni el objeto del común de los padres al contar que los Reyes vienen a dejarles un obsequio. Y hay que subestimar mucho a los niños para decir que ellos "realmente" creen que los Reyes traen regalitos y que andan por la calle de una ciudad con sus camellos y su séquito. Es más bien un cuento fantástico que a ellos les hace, de alguna manera, vivir el misterio de la Encarnación.
Efectivamente un niño sabe que un cuento de hadas es un cuento, pero de alguna manera lo "vive" en una mundo imaginario intermedio entre lo que es real y lo que no lo es. Decir lo contrario es (discúlpeme) no entender la psicología de un niño. Si éste estuviera absolutamente convencido de que la historia que le cuentan es mentira, no perdería un segundo escuchándola. Sólo porque es posible y coherente esa historia dentro de un esquema ficcional, es que al niño le interesa.
Perdone Miles, pero sigue sin convencerme. Lo suyo --en este punto-- es puritanismo.
Disculpa, Coronel: yo sí me lo creí, y cuando otro niño me dijo que eran los papás, me resistí a hacerle caso, pensando que mis papás no me mentirían.
Claro que luego no tuve algún problema ni tuve alguna reacción negativa, pero ahí queda la cosa.
Salu2. Paz y Bien.
No tiene defensa el asunto, coronel.
El intento de falsear el pensamiento de otro engañándolo no es lo que especifica la mentira, por más que resulte ser complemento de la misma. De igual modo que, en las cosas naturales, la especie se obtiene por la adquisición de la forma, aun en el caso de que no se siga el efecto de la misma.
Eso es lo que constituye a la mentira según Santo Tomás. Que se pretenda engañar al niño o mostrarle la encarnación (permítame que me ría del asunto tal como está hoy día montado) es indiferente a la malicia del objeto que es el decir una mentira que además, dado que los niños no son tontos y no hay que subestimales, es claramente percibida por ellos en tal aspecto formal tarde o temprano por ley de naturaleza.
Además, como he dado a entender, la modificación de las costumbres católicas de esta fiesta desde el planteamiento liberal y luterano en el siglo XIX son muy iluminativas al respecto.
Por cierto, todo esto es lo mismo para el famoso Ratoncito Pérez, que tiene un claro origen en el abuso popular de un cuento escrito por un jesuíta para el hijo de Alfonso XIII.
Siempre he entendido "luciferino" en el sentido de una intervención directa de Lucifer y bajo su inmediato auspicio.
Quiero dejar constancia también de mi experiencia. Con mis hijos lo hemos pasado muy bien, en muchas ocasiones, a cuento de los Reyes Magos. No recuerdo ningún mal trago por esto, fuera de alguna decepción por los regalos, que no creo que tuviera relación con la historia, sino con la historia y el carácter de alguno.
Ha constituído una oportunidad muy buena para hablar de muchas cosas y para aclararlas.
De todos modos: Ni he sido ni soy un padre impecable, y en esto puedo haber fallado también. Desde luego me gustaría que la fiesta se viviese de otra manera. Lo reconozco. Y tal vez la senda sea la que indicas. No sé.
En lo de "luciferino" insisto.
«Los niños están agradecidos cuando San Nicolás les pone regalos y caramelos en las medias. ¿No debería yo estarle agradecido a San Nicolás por haber puesto en mis medias el regalo de un par de piernas milagrosas?»
Y las noches de Reyes no son maravillosas sólo para los niños. También para los padres:
www.youtube.com/watch?v=PTlZBQDf3H0
" Y hay que subestimar mucho a los niños para decir que ellos "realmente" creen que los Reyes traen regalitos y que andan por la calle de una ciudad con sus camellos y su séquito."
Coronel, por acá muchos niños creimos en serio lo del Niño Dios (aunque claro, me parece que es más plausible para un niño que Jesús aparezca repentinamente con regalos a que haya una caravana por las calles haciendo lo mismo). No se, hoy en día como andan las cosas en mi país no me extrañaría que fomente más de la típica desconfianza hacia los padres.
Miles: ¿Me puede dar las fuentes de cómo se vivía (según Ud. afirma) esta fiesta anteriormente? Como Ud. sabe, lo que gratis se afirma, gratis se niega. Y creo saber algo de historia de la cultura medieval. Es más, yo sí le doy una fuente: A. Thompson OP, "Cities of God"; excelente libro que le recomiendo también por muchos otros temas.
Espero que a todos os hayan echado muchas cosas los Reyes.
Aunque no lo creáis, yo también fui niño, en aquel tiempo de Franco que hoy nos parece tan remoto como el del Rey Perico. Había entonces verdaderos caballeros españoles y mi padre fue uno de ellos. Pues bien: mi padre nunca me engañó ni a mí ni a nadie, chico ni grande. Mi padre anunciaba que los Reyes Magos traerían regalos a los que hubiesen sido buenos, y cada 6 de enero se cumplía indefectiblemente.
Por supuesto yo -que era niño pero no tonto- me planteaba alguna duda racional sobre los Reyes Magos. Sobre todo, respecto a lo que para ellos significaba «ser bueno». Porque los Reyes -con munificencia regia y rumbo oriental- nos cubrían de regalos a todos, también a los que no habíamos sido tan buenos. Intuía yo que «ser buenos» -al modo indulgente en que lo entendían los Reyes- no requería acendrada virtud. Podía predicarse en distinto grado de diversos sujetos: en un sentido análogo. Pero tampoco era el bonum trascental, una propiedad del ente en cuanto ente. Más bien era el resultado de una elección benévola y caprichosa: la predilección con que Dios mira a los hombres a causa precisamente del misterio de la Navidad: que el Verbo se ha hecho carne humana. Y sin saber latín, entendí rectamente el significado de las palabras «homínibus bonæ voluntatis» cantadas por los ángeles en Nochebuena, y que no siempre se traducen bien. El regalo de la paz se promete a los hombres, esas extrañas y deficientes criaturas «en quienes Dios se complace». Palabras estrechamente ligadas a éstas: «in quo mihi complacui», que se oyeron en el Bautismo y en la Transfiguración, las otras epifanías.
Perdonad esta digresión por mis elucubraciones de niño.
El hombre de hoy, que oscila entre el racionalismo exacerbado y la irracionalidad más nihilista, es incapaz de entender el Génesis, ni a Homero, ni las leyendas, ni los cuentos. Y tampoco entiende lo que nos decían nuestros padres sobre los Reyes Magos, sin faltar un punto a la verdad.
Permíteme, querido Miles, que cite una frase de un sabio historiador sobre el valor de las leyendas medievales: «En general, no se ha comprendido debidamante el exacto sentido que estas leyendas tuvieron en su tiempo, en el contexto de la mentalidad de la época. Su auténtico sentido se acercaba a lo simbólico: estos mitos no pretenden hacer historia, sino rasgo recordable que manifiesta la excelsitud de [un personaje o un hecho]. Importaban las ideas de fondo, no los detalles [...] Un lector con mentalidad diferente las tachará hoy de falsedades [pero debemos juzgarlas bajo el punto de vista de la mentalidad de la época]: sus autores pretendían en ellas un valor apologético, no directamente histórico. Es, pues, alancear molinos de viento rebatirlas con argumentaciones históricas. Cuando el cronista inventa una leyenda [...] no está descubriendo un inédito hecho histórico, sino proporcionando a la cultura popular un cuadro de gran colorido que inculca la imagen [de personajes y hechos ...], exagerando los caracteres de antigüedad y bravura».
Creo que te equivocas mendrugo, aquñí no se trata de leyenda medieval alguna sobre los reyes, sino del hecho de mentir a un niño haciéndole creer que los santos reyes (cuya existencia nadie pone en duda como santos de la iglesia triunfante) les traen juguetes. Una costumbre desconocida para la Edad Media y gran parte de la era moderna en la fiesta de la Epifanía.
Coronel, no me ha costado mucho conseguir ese libro y a primera vista veo en él (que está dedicado integramente a la italia medieval) lo mismo que en otros lados: no hay nada en el ambiente festivo de Epifanía nada que use del engaño y la simulación que hace que los niños sean engañados. Si tiene una referencia más exacta del pasaje de dicha obra me lo dice.
Yo por mi parte le puedo dar más obras y lo mejor de todo: indicarle que lea la prensa y las obras de costumbres del siglo XVIII y hacía atrás, verá claramente en qué momento lo que era una costumbre desconocida pasa a ser moda.
Tiene Vd. toda la razon. El comentario me huele a puritanismo. Una tradición católica española (bastardeada por los centros comerciales, eso si), que no consiste en engañar a los niños. Mis hijos saben perfectamente que los Santos de Oriente que adoraron al Niño Dios están con Dios en el cielo y por eso tienen la posibilidad de hacer llegar a los niños esos regalos. Luego, cuando los niños son más mayores, les explicamos cómo los Reyes Magos si valen de los padres para llevar a cabo esta tarea. No ha habido engaño sino explicación de una verdad en dos partes.
Miles: insisto en lo dicho. Seguir una piadosa tradición no es mentir. Reitero cómo procedemos en mi familia con los niños: Explicamos desde muy pequeños a los hijos que los Santos de Oriente que adoraron al Niño Dios están con Dios en el cielo y por eso tienen la posibilidad de hacer llegar a los niños esos regalos. Luego, cuando los niños son más mayores, les explicamos cómo los Reyes Magos si valen de los padres para llevar a cabo esta tarea. No ha habido engaño sino explicación de una verdad en dos partes.
Ocultar con disimulo una verdad que luego se da en dos partes a quien no corresponde conocerla es legítimo, pero aquí no se disimula la verdad lo que se hace es mentir desde un principio alterando la realidad de los santos ya que los niños tienen derecho a saber que los reyes o cualquiera otros santos del cielo no vienen para darles regalos materiales en una fecha determinada y la mentira no puede venir refendrada por ninguna tradición particular o costumbre, por inmemorial que sea, que no lo es ni mucho menos, sino de hace relativamente poco tiempo.
Otra cosa es que los cristianos se regalen en una fecha determinada en memoria de... Es distinto pues se sabe quien regala y porqué y no se miente sobre ello y algo que sí es una tradición inmemorial que dio lugar a muchas deformaciones. Una de ellas es esta.
La idea bella pero inconsciente de engañar a los niños con tradiciones, es concurrente ya que por lo menos hasta los 9 años creen en estas cosas. La verdad toda poderosa enriquece el pensamiento del infante que esta hambriento de conocimientos, con semejante e inapropiada pero inconsciente mentira ejecutada por los seres queridos logra ilimitadas imaginaciones vagas y sin sentido a los niños que siempre buscan la verdad de las cosas también de manera inconsciente.
Edén Fray..
Siento llegar tarde, pero no puedo dejar de poner un comentario. Te sugiero Miles, que te pongas en la piel de un niño y dejes los artificios intelectualistas y racionalistas de lado. Personalmente si tengo algo que reprochar a mis padres es que no me mantuviera en la "mentira" y el "engaño" por más tiempo (la culpa fue mía todo sea dicho). Añado sal a la herida, hace poco mi propio padre me contaba como él mismo logró "hacerse el tonto" hasta nada menos que los 14 años, habiendo sabido de la "mentira" y el "engaño" coligió muy certeramente que si no seguía el juego la cantidad y calidad de los regalos se reduciría, de modo que lo continuó. Tenía a su favor el hecho de ser el último de los hermanos.
A mi casa siguen viniendo los Reyes Magos todos los años, porque si ellos no vinieran no habría regalos. Esto es una verdad como un templo, y no hay mentira ni engaño en tal afirmación. Y el que no se lo crea es que tiene la mente abotargada de racionalismo.
Perdón, añado, se me viene a la cabeza la frase de Pascal sobre las razones del corazón que la razón no entiende y tal y cual.
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