Y aquella sucia imagen del engaño
se acercó, y sacó el busto y la cabeza,
mas a la orilla no trajo la cola.
se acercó, y sacó el busto y la cabeza,
mas a la orilla no trajo la cola.
¡Cuánto dice una imagen! Dice el refranero que más que mil palabras. Quizás por eso las imágenes, y más desde que existe la fotografía, han sido de los primeros instrumentos para la primera víctima en toda guerra: la verdad.
Con una foto, con un retrato sutilmente pintado, interpretado y reinterpretado una yotra vez se puede poner la espoleta para cambiar la verdad de las cosas y así el caracter fiducial y pecaminoso del común de la masa hará el resto. En eso se basan las campañas mediáticas y es algo que la tradición infantil recogida por los Andersen ilustró en forma de un bello cuento de todos conocido: el traje nuevo del emperador.
De fotos va la cosa. De fotos que engañan y de fotos que dicen la verdad y en mi guerra civil favorita tenemos abundancia de estas fotos. Algunas llegan hasta hoy, donde el escándalo surge al ver una bandera de batalla confederada detrás del Papa (obviando que es parte de la bandera del Estado de Missisipi) o presente en una sacrílega celebración a lo cow-boy de la Santa Misa en Austria. La primera de esas fotografías hodiernas la tienen encabezando el tema, según costumbre. La segunda de esas fotos la tienen aquí:
En ambas se esconde la mentira que lleva al escándalo de ver algo que se cree representa el racismo y la esclavitud y lo más anticristiano que hay al lado de lo más sagrado. En ambas, dicho ocultamiento obvia toda evidencia a la cual deja escondida de la masa. Ambas no están exentas de cierto fariseismo susceptible de escandalizarse cuando se ve al Papa con el Presidente de USA ante una bandera confederada, pero que dejan de estarlo cuando se confirma que dicha bandera en realidad está oficialmente incorporada a la bandera de uno de los Estados de la hoy Unión y lo mismo para cuando se piensa que los abusos de la Santa Misa en Austria son amparados por un cardenal muy querido del Papa. Parece como si el darle un estatus de oficialidad al asunto deja las conciencias tranquilas. Ellos saben lo que hacen... repite la conciencia fiduciaria del fiel deformado. Lo mismo, por enésima vez, para cuando es Olokún el invocado en un acto católico con presencia del Papa.
Pero no es ese el aspecto que quiero destacar, sino el de la capacidad de alterar la verdad que tiene una campaña mediática. En este caso la campaña mediática que hace que una guerra civil se convierta en una auténtica guerra de liberación contra el mal en la presentación de uno de los bandos. Eso ocurre con la bandera confederada en esas fotos. Produce escándalo porque mil veces nos han vendido una imagen del Sur que no es el Sur, sino la imagen mediática del engaño necesario para movilizar a la masa.
Pasa lo mismo en la foto más famosa de la Guerra entre los Estados. Dicha foto está considerada la primera obra de arte del periodismo de guerra. Si acuden al parque nacional militar de Gettysburg, en el lugar llamado Devil's Den (La guarida del diablo) verán entre una de las muchas rocas que adornan la subida hacía el promonttorio de Little Round Top, que en la famosa batalla mantuvieron las tropas de la Unión, un lugar conocido como la emboscada del tirador sudista. Un parapeto de piedras entre dos gigantescas rocas que es el lugar de la foto de marras.
Un cartel que hoy en día figura en el sitio desde donde se tomó la imagen indica al visitante que la foto fue en realidad un montaje como se puede colegir por otras fotos tomadas el mismo día donde aparece el cuerpo en otro lugar. El fotógrafo y su equipo que justo después de la batalla anduvieron por allí movieron el cuerpo para lograr el efecto artístico. La fotografía de guerra entraba así en la historia con su función peculiar: servir de instrumento mediático. La heroicidad de los oficiales y muchachos de la Unión manejando las baterías frente al ejambre de francotiradores que pululaban en Devil's Den pasaba al imaginario popular. Posteriormente en los setenta del siglo XX sería cuando se pasaría a la otra versión: la foto era un montaje y los historiadores estaban de acuerdo en que Devil's Den no fue un lugar especial de francotiradores. Se ve que la desmitificación no es un proceso que afecta sólo a la Sagrada Escritura. El vaivén mediático de esta foto ha quedado así fijado por su memoria recogida oficialmente en el parque militar de Gettysburg. De nuevo la oficialización del asunto ha hecho que nadie, salvo cuatro chalados se interesen por las fotos de Gardner, que como trataré en otro lugar, muestran una abrumadora evidencia de todo tipo de que ese pobre soldado murió realmente allí y en ese cometido de francotirador. Me precio de haber dado quizás con una prueba definitiva y nada circustancial (almenos no se de nadie que la haya anotado, ni siquiera en la abundante información de las paginas del autor que cito) y el público especializado o no verá como la apariencia mediática puede cambiar a poco que se estudie detenidamente un asunto con un poco de rigor científico. Pero al contrario que en el traje nuevo del emperador, hoy no basta la mera inocencia de un niño para cambiar posiciones mediáticas institucionalizadas con cierta solera. Hoy día sólo un apoyo mediático puede movilizar a revisar un asunto. Desgraciadamente este comportamiento mundano se ha vertido en la Iglesia, inmersa en una guerra civil de posiciones gigantescas, más allá de la naturaleza. Pero sigamos con mi guerra favorita.
¿Que pasa cuando entre las fotos menos conocidas de mi guerra civil favorita se encuentran una que solía mostrar el general Lee en su casa tras el fin de la guerra no sin cierta nostalgia y que era de S.S.Pio IX? "Fue el único de todos los soberanos europeos que nos reconoció durante la guerra" le oían decir cuando le preguntaban curiosos por ella. De la representación diplomática confederada enviada a la Santa Sede poco se habla. Aunque parece que no fue un reconocimiento formal, si fue lo suficiente para que un viejo general episcopaliano y el hombre más querido de la confederación mantuviera con orgullo y agradecimiento honesto esa fotografía del Papa.
Otra fotografía olvidada es la que recibió el presidente de la Confederación, Jefferson Davis, en su celda tras la guerra y cuando estaba preso esperando su juicio por alta traición y rebelión contra el Gobierno Federal de USA (juicio que paradójicamente nunca se llevó a cabo al no encontrar base legal en la constitución que no prohibía en ningún sitio la secesión de los Estados integrantes por lo que fue liberado tras una larga temporada de prisión preventiva llena de penalidades y vejaciones sin cargo alguno, pero oficialmente y para la historia los sudistas serán siempre los rebeldes). También esa foto era del Papa reinante, Pio IX, pero esta vez venía mano del mismo Papa y con una anotación del Evangelio y firma manuscrita en ella que consoló mucho al maltratado presidiario. Su mujer dirá que sólo los católicos les ayudaron en sus dificultades frente a la apatía de su propia congragacion tras la guerra. Son fotos menos conocidas y que cuentan una verdad escondida. Como verdad escondida es el número de católicos en las filas confederadas. Mas de veinte generales de la Confederación eran católicos o se convirtieron al catolicismo, entre ellos la mano derecha de Lee: el general Longstreet. Y para colmo de verdades está la que el cuerpo de capellanes del Ejército los Estados Unidos sabe muy bien: el primer capellán católico caido en combate y medalla de honor del Congreso fue un capellán católico, pero del Ejército Confederado. La medalla de honor fue la medalla de honor del Congreso Confederado y el capellán cayó en acto de servicio mientras daba la extremaunción al coronel del regimiento herido en plena batalla tal como era su costumbre acompañando y confortando espiritualmente a la tropa hasta las últimas consecuencias.
Alguien ha dicho que la afinidad de Pio IX por el Sur fue por causas obvias: el Sur era de hecho una república cristiana (incluso se llegó a plantear el constituirla oficialmente y por derecho como cristiana) y organizada según los antiguos principios del cristianismo europeo: de modo aristocrático, centrada en la familia y según el ciclo del campo y el trabajo de la tierra en lugar de la mercadería y la usura y donde el principal valor era el honor antes que el dinero o la ambición. Era la muestra de como una república no necesitaba ser liberal para prosperar en el mundo moderno y en ella los católicos eran pocos pero muy influyentes y a cuyas escuelas acudía toda la clase alta sureña para recibir la mejor formación. De hecho los dirigentes sureños eran casi todos de la high church episcopaliana (lo más parecido en lo externo al catolicismo que hay en el mundo protestante). Muy lejano estaba el Sur de ese espíritu liberal protestante del norte orientado a la mercadería y a la esclavitud por el salario y si hacía falta, también a la esclavitud como institución como consta por la posición práctica de Lincoln, al que jamás se vió en iglesia alguna, aunque gustaba de pasear los domingos cerca de alguna para dejarse ver de la parroquia en lo que es una campaña de imagen. De esto de la escalvitud hay mucho que hablar también, pero basta con preguntarse que hacía tanto católico en una supuesta lucha por la esclavitud si era algo prohibido para ellos. La respuesta obvia es que la lucha no era por lo que la campaña mediática nos suele presentar. Ni uno sólo de los obispos católicos del Sur negó legitimidad a la causa sudista y todos eran abolicionistas tal como lo era el mismo general Lee y tantos otros destacados sureños. El error del Sur, habría estado en un error de principio: asumir en sus bases una religión equivocada respecto al orden natural que defendían. O sea: el haber asumido la misma religión puritana protestante que había conformado el mundo al cual se oponian. Al contrario que sus dirigentes, las bases sureñas eran en su inmensa mayoría protestantes puritanos, lo que habría hecho perder la causa aún antes de empezar la guerra por falta de un principio espiritual que diera consistencia a la organización patria puesta a prueba en lugar de socavarla en el tot capita endémico del protestantismo de masas. Quizás el Papa vio todo eso y de ahí su filia por el Sur en un mundo donde se perdía el antiguo modo de vida católico y cristiano. Como quiera que sea, los contactos con la Santa Sede, comenzaron ya al final de la guerra y tras la derrota de Gettysburg de modo que no pudieron variar el curso inevitable de la misma ya reacias las potencias extranjeras a reconocer a una Confederación desprestigiada. Con ello nuestra concepción mediática puede dar un vuelco y sólo con presentar fotos desconocidas y evidencias que no se suelen presentar.
Ahora un texto del Santo Padre para reflexionar:
Con este acto se desea consolidar las relaciones recíprocas de confianza, así como intensificar y hacer estables las relaciones de la Fraternidad San Pío X con la Sede apostólica. Este don de paz, al final de las celebraciones de Navidad, quiere ser también un signo para promover la unidad en la caridad de la Iglesia universal y llegar a poner fin al escándalo de la división.
Un texto, que precisamente es tomado de modo hipócrita y fariseo en esta campaña navideña destinada a todo lo contrario que el mismo representa de modo más que oficialista.
M.D.
9 comentarios:
Todo lo que cuenta es cierto, pero lo curioso del hecho es que, así como en el Sur la alta oficialidad era episcopaliana y/o católica y las bases mayoritariamente protestantes de raíz calvinista (a pesar de un contingente mexicano importantísimo que sólo recientemente ha sido reconocido), en el Norte la alta oficialidad era protestante y las bases (y la oficialidad subalterna)... católicas mayoritariamente (irlandeses --numerosísimos--, alemanes --renanos, bávaros y austríacos--, italianos, franceses, polacos, franco-canadienses, etc.).
Luego existen casos épicos en el Sur, pero también en el Norte.
John Coppinger, natural de Cork (Irlanda), capitán y jefe de la 2ª compañía del Batallón Pontificio de San Patricio, héroe de Spoleto y La Raca, caballero de Pío IX. Pasó a los EE.UU., enganchándose como capitán en el Ejército unionista. Llegará a Mayor General del U.S. Army poco antes de fallecer en 1898.
Louis Loistman, de Philadelphia, veterano de Ancona. Preso en Turín y Génova. Luego oficial en el Ejército unionista.
Joseph O'Keeffe, de Dublin (Irlanda), teniente del Batallón Pontificio de San Patricio. Veterano de Ancona y preso en Génova. Al recuperar su libertad, regresa a Roma para reengancharse en el San Patricio en reorganización. Con el visto bueno del Papa y junto a otros irlandeses pontificios, viaja a los EE.UU. y se une al Ejército unionista. Capitán de caballería, es capturado en Brandy Station, y detenido en Libby. Intercambiado por prisioneros confederados, es agregado al Estado Mayor de Sheridan. Por su actuación en Cedar Creek, es elevado a Mayor. En Five Forks recibe una fea herida en la rodilla. Ascendido a Tte. Cnel., muere poco después de la infección.
Myles Keogh, de Leighlinbridge (County Carlow, Irlanda). Voluntario del Bn. Pontificio de San Patricio. Veterano de Ancona y preso en Génova. Liberado, regresa a Roma y forma en el nuevo Bn. en reorganización. Junto a Keily, O'Keeffe y otros irlandeses pontificios, se enrola en el Ejército unionista. Veterano de todas las batallas. Estuvo luego en el 7º de Caballería de Custer en Little Big Horn. Fue el único en no ser mutilado por los indios sioux debido a que le encontraron un agnusdei en el cuello y una medalla del Papa Pío IX.
John Gleason, de Tipperary (Irlanda). Voluntario del Bn. Pontificio de S. Patricio. Veterano de Ancona. Se une al Ejército unionista. Desde soldado raso llegará a Mayor General tras Appomattox. Será famoso por ser el hombre más alto del Potomac. Luego de la guerra, regresa a Irlanda. Acusado de participar en una conjura feniana, es deportado de vuelta a los EE.UU. Allí tendrá algún papel como político demócrata.
Daniel Keily, de Newtonville (Irlanda). Voluntario del Bn. Pontificio de San Patricio. Veterano de Ancona y prisionero en Génova. Regresa a Roma para continuar en el nuevo Bn. de S. Patricio. Con autorización del Papa, se une al Ejército de la Unión. Es miembro del Estado Mayor del Brig. Gral. Shield (irlandés), comandante del Shenandoah Valley. En Port Republic sufre serias heridas. Hace la campaña de Louisiana y se contagia de fiebre amarilla. Muere en Pointe Couppe (LS) tras la guerra.
Carroll Tevis, de Pennsylvania. Graduado en West Point. Será comandante de la caballería de Bashi-Bazouk en Turquía. Durante la Guerra de Crimea, se une a la Legión Extranjera francesa. Regresa a los EE.UU. para la Guerra de Secesión. Llegará a Brigadier General. Emigra a Canadá, donde se une a los fenianos canadienses. Allí se convierte al catolicismo y viaja a Roma. Zuavo Pontificio, viaja a los EE.UU. para reclutar voluntarios pontificios pero es boicoteado por los Obispos. Participa de la defensa de Roma y, tras su caída sigue luego a Charette en los Voluntarios del Oeste hasta Patay. Por su parte en la Guerra Franco Prusiana, obtiene la ciudadanía francesa. Acusado de espiar para el gobierno británico, acepta un puesto en el Estado Mayor del Ejército de Egipto. Cumplirá también misiones como agregado militar en Turquía y Bulgaria. Termina sus días en París.
Me alegro que le guste el tema, coronel.
Para épicos tenemos el único español (con origen en España, pues con origen hispano y nombres y apellidos españoles los había a porrillo) que estuvo en Gettysburg lo hizo del lado de la Unión y mostró su valor capturando una bandera confederada, lo que era motivo de medalla de honor, pero curiosamente no fue recompensado. En este enlace tenemos una compañía española de la Unión con nombre y apellidos: http://www.latinamericanstudies.org/civil-war-cubans/garibaldi-guard.htm en ellas algunos paisanos. No es de extrañar el carrerón que acababa en la mayoría en baja por enfermedad o deserción. 2/3 partes de las bajas de esta guerra no fueron fruto del combate, sino por enfermedad. El hambre, el frío y las epidemias en las largas estancias acampados al aire libre daban lugar a la desmoralización y a la deserción (el problema del video del anterior artículo)
Y efectivamente, la influencia católica en el norte era numerosa en la base por el ingente aporte de inmigrantes europeos antes de la guerra ( eso va incluído irónicamente en la mano de obra esclava del salario), pero en el Sur no eran inmigrantes venidos de fuera, sino auténticos descendientes de europeos (sobre todo españoles) que estaban allí desde siglos atrás y por ende conformaban la aristocracia sureña. Por eso abundan en la oficialidad. La clase dirigente del norte era la típica del mundo protestante-judío de la mercadería, la política y la banca y en el fondo eran unos racistas de tomo y lomo desde su calvinismo aplicado, problema que sigue vigente y camuflado en lo que nos venden como el estilo de vida americano.
Cuando la Unión visto el exito de los inmigrantes y acuciada por la necesidad de reclutas, aunque era reacia a formar cuerpos étnicos, se dispuso a acudir a los católicos europeos para reclutar tropas extranjeras, el Papa, respondiendo a un requerimiento del presidente de la Confederación, dio órdenes a los obispos de hacer desisitir a los católicos de enrolarse por la inmoralidad de internacionalizar el conflicto. El amor del Papa estaba con todos los católicos, pero su filia estaba sólo con uno de los bandos porque sólo en uno se amaba a Cristo socialmente aunque en confesión errónea y eso es innegable.
A destacar de la actuación de los católicos en esa guerra y contra el mito de la Cruz Roja es el cuerpo de enfermeras de ambos bandos compuesto en su mayor parte por monjas católicas que no sólo asistían corporalmente a los heridos sino espiritualmente, logrando multitud de conversiones y enderezamientos de vidas perdidas. Un autor ha dicho que ha sido precisamente el que hayan sido historiadores protestantes los principales en tratar el asunto por el que los méritos de estas enfermeras han pasado desapercibidos en favor de otros grupos no católicos.
Y para remate de la épica picaresca el timo que se coló ampliamente del regimiento Carlista al servicio de la Confederación.
Sí, había leído lo del "regimiento carlista"... la imaginación de algunos es increíble.
Si hay una guerra que ha sido estudiada hasta el mínimo detalle y del que existen minuciosos documentos, al punto de que casi no hay "soldados desconocidos", es ésta. Ponerse a inventar cuando con un par de búsquedas en internet se puede comprobar lo infundado de las afirmaciones, la verdad que es de locos.
El autor que más ha estudiado el tema es Gary Potter, antiguo redactor de "Triumph". Por ejemplo, en este artículo hace una síntesis de lo que ha publicado en sendos libros.
Sin embargo, por algún lado leí una durísima crítica a esta tesis de Potter. Si no recuerdo mal, el autor de la misma no era otro que el Dr. John Rao. Lamentablemente no la estoy pudiendo encontrar en la web...
Ah, una cosa (mil perdones por dar la lata).
James Longstreet se convirtió al catolicismo después de terminada la Guerra y cuando se había reconciliado con su antiguo amigo y superior Grant, se hizo republicano y éste lo mandó como Embajador a España.
Tanto por su conversión al catolicismo y su nuevo republicanismo como por su amistad con Grant, fue un verdadero paria en el Sur e, incluso, debió sufrir un par de atentados contra su vida.
Finalmente, no hay que olvidar las palabras del Papa Pío IX a Rufus King (ministro plenipotenciario de la Unión ante el Papa), que éste reprodujo para el secretario de Estado William Seward: "del mismo modo en que desprecio la Guerra y deseo que cese, nunca, como cristiano y cabeza de la Iglesia Católica, podría aceptar de cualquier manera que fuese el sistema de esclavitud de africanos".
Veamos, la conversión de Lonsgstreet no tiene nada que ver con el odio que se le tiene en el sur, aunque a posteriori haya servido para aumentar ese odio. A Lee no se le culpa de las derrotas, a su segundo (Longstreet) sí, en parte por ser la antítesis de Jacson y en parte por su personalidad que acabó chocando con la del general Lee en plena batalla decisiva en Gettysburg. Su conversión sobreviene por su matrimonio con una mujer católica.
Muchos se reconciliarion con el norte, de hecho el famoso odio no es tan profundo como se cree y muchos oficiales de ambos bandos eran amigos y compañeros antes de la guerra y lo siguieron siendo después, como siguió siendo bien vista la Iglesia Católica en el sur a pesar del protestantismo de sus habitantes.
Me gustaría tener la referencia de la crítica de Rao a Potter, Coronel.
El problema de la esclavitud merece ser tratado aparte por su complejidad y el engaño mediático. Por ejemplo, España seguía siendo esclavista (al menos en ultramar y de modo legal) en esa época como lo fue la Unión en algunos de sus Estados. De hecho las palabras del Papa saben bien a quien se dirigían, pues la esclavitud se toleraba en el norte de forma hipócrita mientras se trataba de airear internacionalmente que era una guerra abolicionista para ganar prestigio y apoyo internacional contra el Sur.
Lo gracioso es que el tema acaba desarrollándose siempre tal como el de la guerra civil eclesiástica. Gana el que más medios mediáticos ponga y no tanto el que muestre evidencias, Coronel.
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