viernes, 16 de diciembre de 2011

La propuesta de Roma a Fellay, la verdad del asunto.

Silvano aquí tú serás poco tiempo;
habitarás conmigo para siempre
esa Roma donde Cristo es romano.


Y tan es verdad que lo que publico es la percepción del asunto por Monseñor Fellay en el sermón de la Inmaculada del pasado 8 de diciembre tal como ha sido traducido oficialmente por la agencia DICI:

Las propuestas recientes de Roma
Ustedes se han enterado de que ha habido una propuesta de Roma, propuesta que dice: «Estamos dispuestos a reconocerlos a ustedes». El problema es que sigue habiendo una condición. Esta condición ha podido variar un poco en su formulación, pero en el fondo sigue siendo la misma. Esta condición es: hay que aceptar el Concilio. Podría resumirse la situación actual diciendo: «Sí, ustedes pueden criticar el Concilio, pero con una condición: primero hay que aceptarlo». Y nosotros decimos: «¿Que se puede criticar después?»
Creo que este es un resumen honesto de la situación actual. No es difícil describirles a ustedes nuestra respuesta.
Evidentemente, las fórmulas son cada vez más interesantes y cada vez más próximas a lo que decimos nosotros. Actualmente, estamos llegando a un punto que manifiesta la profundidad del problema. En esa famosa propuesta, se nos dice: «Ustedes se comprometen a reconocer que en los puntos del Concilio que plantean dificultad, el único modo de comprenderlos es entenderlos a la luz de la Tradición continua y perpetua, o sea, a la luz del Magisterio precedente». La luz de la Tradición es el único modo con el que se pueden comprender los puntos dudosos. Van incluso más lejos: «Cualquier proposición e interpretación de estos textos dudosos, que se opusieran al Magisterio perpetuo y continuo de la Iglesia, debe rechazarse…». Es lo que nosotros hemos hecho siempre. Pero hay un diminuto inciso que añade: «…como dice el Nuevo Catecismo»; ahora bien, el Nuevo Catecismo repite lo que dice el Concilio.
Dicho de otro modo, sobre el principio no podemos estar sino de acuerdo. En cambio, la aplicación es completamente opuesta. Ellos pretenden que están aplicando el principio, diciendo: todo lo que se hizo en el Concilio es fiel a la Tradición y está en coherencia con ella, ya se trate del ecumenismo o de la libertad religiosa. Esto les muestra a ustedes la gravedad del problema. Hay un problema en algún lado. No puede ser de otro modo. El problema radica en la comprensión de algunas palabras, y por supuesto éstas son: «Tradición» y «Magisterio». El modo con que ellos comprenden estas palabras es subjetivo. Desde luego, la palabra «tradición» se puede comprender eventualmente en el sentido de «transmitir»: el acto de transmitir. Es una transmisión. Pero el modo habitual de comprender esta palabra versa sobre su contenido. ¿Qué es lo que se transmite? ¿Qué es lo que se transmite de generación en generación? La definición clásica de la Tradición es «lo que se ha creído siempre y en todas partes» (Conmonitorio de San Vicente de Lerins). «Lo que» designa aquí el objeto. Pero ahora es como si se pasara del objeto al sujeto, no fijándose sino en quién transmite.
Por lo cual, nos hablan de «tradición viva», por que el que transmite, cuando transmite, está vivo. Ahora bien, la vida se mueve y cambia. Los Papas cambian… y, por consiguiente, la tradición cambia, pero sigue siendo la tradición. Se trata de la misma tradición, pero que cambia. La Iglesia ha considerado también este sentido, pero de un modo completamente secundario. No se refiere a esto cuando habla de la Tradición, sino a lo que se denomina el depósito de la fe, el conjunto de verdades que Dios ha confiado a la Iglesia para que lo transmita de generación en generación, para que las almas se salven. Se trata del contenido. Por esta razón, con la definición de la infalibilidad en el concilio Vaticano I, la Iglesia enseña que el Espíritu Santo fue efectivamente prometido a San Pedro y a sus sucesores, es decir, a los Papas; pero no fue prometido de tal modo que, mediante una nueva revelación, los Papas enseñasen algo nuevo. Fue prometido para que, con la ayuda del Espíritu Santo, San Pedro y los Papas conserven santamente y transmitan fielmente algo que no cambia, eto es, el depósito revelado.

(Fuente: FSSPX/Ecône – Transcripción y títulos de DICI – 14/12/11)

Dicho texto presente en francés desde el día de la Inmaculada, traducido al inglés hace un par de días y puesto hoy en español es sencillo y claro de entender.
 
  • A) Que las posiciones de los "teólogos romanos" y los de la Fraternidad no están de acuerdo en la interpretación teológica de magisterio y Tradición es evidente. De hecho la parte que sigue al subrayado en rojo no es más que la exposición de la posición de la Fraternidad, que resulta ser idéntica a la de Gherardini y casi con las mismas palabras. Es obvio que es una posición que se puede defender dentro de la legitimidad canónica, que no se le niega a Gherardini. Por tanto ahí no hay problema si se quisiera resolver el asunto.                                                                                                                                
  • B) El obstáculo real e inmediato ha sido dicho expresamente por Fellay: el inciso "como dice el catecismo..." sobra y no puede ser interpretado como que se le hace firmar a la Fraternidad una posición teológica cuestionada legítimamente por ella. Ya dije en su día en otro sitio que es una locura incorporar un catecismo (que siempre es una determinada visión teológica de las conexiones del dogma) para resumir el mínimo común exigible que hace a una persona católica en la aceptación de la Iglesia. Es obvio que quitado este obstáculo inmediato la Fraternidad podrá interpretar que entra en legítimo debate de "los puntos en cuestión del concilio" (no es el concilio entero como siempre tratan de desinformar) que no le hacen perder legitimidad canónica como no se la hacen perder a Gherardini.

Entiendo ahora tanto nerviosismo en ciertos sectores y citas sesgadas de este texto fundamental para entender el meollo del problema y presentarlo como una negativa total a aceptar el magisterio de la Iglesia por la Fraternidad.

El único problema es que en A entre los "teólogos romanos" figure el pensamiento del mismo Papa, pero entonces haría falta algo más que un no estoy de acuerdo con su teología, sino que debería poner en un acto de magisterio solemne y definido los principios teológicos que ahora no son más que interpretación de escuela para poder poner a quien piense distinto fuera de la comunión total de la Iglesia. O sea: debería darse al menos una condena solemne de la interpretación que hace Gherardini, por citar un ejemplo católico, del magisterio y la Tradición.  Esto es menos factible que el Papa decida de motu prorio regularizr a la Fraternidad.

De los teólogos romanos y sus interpretaciones del dogma tenemos otros momentos en la historia de la Iglesia, como el caso famoso de San Julián de Toledo y su no menos famoso apologético, que es muy similar a lo que está pasando ahora. Quizás el final que se depare es el mismo que nos cuenta la Crónica Mozárabe del 754 para aquel desencuentro de la sede primada de la floreciente Hispania visigoda con Roma.

M.D.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que la cuestión entera pueda depender de una mera formalidad parece implícito en la referencia de Monseñor Fellay a "las fórmulas"